La Redada (24) Los Juramentos de Dagon

Escuadra Apod

Capitán Anthony Corso (MUERTO)

Cabo “The Kid” Ditullio (Boxeador)                                                     ―               Sarita

Cabo Interino Rowan (Ingeniero Químico)                                         ―                Raúl

Soldado 1ª “Leprechaun” O’Brien (Ladrón)                                        ―                Bea

Soldado 1ª “Bullseye” Dalton (Cazador)                                              ―              Toño

Soldado 1ª “Estatua” Drake (Jugador de Baseball)                             ―               Jacin

Soldado Raso “El Muro” Rondale (MUERTO)

Liam McMurdo (Conductor)                                                                 ―             Soler

Angus Lancaster (Arquitecto)                                                               ―            Garrido

Escuadra Sky

Sargento “Sarge” Emile Kowalsky

Cabos Grabatowsky y Wozniasky

Soldado Raso Davronowsky

Soldados 1ª Caronosky, Kozlowsky, Muskowsky y Prochowsky

Soldado de Primera Hammer (Experto en Explosivos)                      ―            Hernan (2)

 

Cuando el soldado de primera Hammer atravesó las puertas dobles de la Orden Esotérica de Dagon se encontró a media escuadra Apod apuntándole. El cabo The Kid Ditullio parecía estar perfectamente, al igual que Billy Rowan, que tras pegarle un tiro en el pie a Bullseye Dalton, se había ganado el apodo de “Friendly Fire” Rowan. Dalton además del pie herido, llevaba el pecho vendado por el zarpazo de un profundo. Leprechaun O’Brien estaba doblando el estandarte de la Orden Esotérica de Dagon, otro “souvenir” que se llevaría a casa. Uno de los ACEs, el amanerado, tenía el brazo vendado, pero el otro estaba perfecto a excepción de cortes y magulladuras. Y estatua Drake tenía el cuello oculto bajo unos prietos vendajes y el rostro ceroso.

El suelo estaba repleto de cadáveres. Algunos no eran cadáveres humanos.

― Sansón ―soltó Hammer, recordando la contraseña del Proyecto Alianza.

―¿Tú eres gilipollas, no? ―le espetó Ditullio―. ¿Y el resto de refuerzos de la escuadra Sky que hemos solicitado?

―Sólo he podido venir yo ―contestó Hammer―. Llevo una mochila de carga explosiva para derribar este antro… y granadas. Sarge Kowalsky no podía permitirse prescindir de más hombres. Nos estamos enfrentando contra medio pueblo y más… cosas… Han empezado a salir hombres rana de las alcantarillas, monstruos acuáticos del río y unas serpientes voladoras.

Los miembros de la escuadra Apod se volvieron hacia los ACEs, Angus Lancaster y Liam McMurdo. De hecho, Angus que se había colgado a la espalda la extraña espada con la que el sectario decapitó a El Muro Rondale, miraba a Liam que boqueaba, intentando recordar algo sobre serpientes voladoras.

―Eso es nuevo ―contestó el Finn.

―Bueno, cabo ―siseó Estatua Drake con sorna ―, tú mandas.

―El piso superior está vacío ―recordó Leprechaun O’Brien.

―Así que sólo quedan esas tétricas escaleras que van… a abajo ―remarcó Friendly Fire Rowan.

―¿Y el capitán Corso? ¿Y el Muro?―preguntó Hammer al percatarse de que faltaban miembros de la Apod.

―¿Qué pedazo quieres que te muestre Bullseye? ―contestó agriamente Dalton.

―Muy bien. Leprechaun y Hammer iréis en cabeza. Bullseye y Rowan le siguen. Luego los ACE ―Ditullio se encaró con Angus―, que van a dejar de hacerse los héroes e irse a pegar tiros en solitario. ¿Capicce?

―Cristalino ―contestó Angus.

―Pues que se note. Yo cierro la formación.

―¿Y yo qué? ―inquirió Estatua con un hilo de voz.

―Tú estás muy débil. Te quedas a esperar a los refuerzos.

―Vale, pero primero me la vas a chupar.

―No es una broma, soldado.

―Me paso por el forro de los cojones tu graduación, Ditullio ―siseó Drake con los dientes apretados―. Y ahora dime en que parte de la formación quieres que vaya.

The Kid le mantuvo la mirada a su compañero durante unos tensos segundos. Una mirada desafiante, llena de determinación.

―En cabeza, con Leprechaun. Hammer, a la retaguardia conmigo ―mientras los invasores quitaban seguros, hacían saltar cerrojos y correderas, el cabo se agarró al soldado herido por el antebrazo―. Ten la Thompson a punto.

―Descuida, meapilas, lo tengo todo controlado.

Liam se apostó junto a Angus ante la estrecha escalera que se internaba en las profundidades. El conductor miró al arquitecto.

―¿Qué? ¿Cómo se te rompió el estoque te has hecho con una espadita nueva?

―Es más grande y pesa más… pero los fundamentos son parecidos ―informó Angus.

―Ya. La parte que pincha se clava en el rival y esas cosas.

―Esas cosas.

―Angus.

―¿Qué?

―Te quiero.

Angus se volteó hacia su compañero, con las mejillas sonrojadas y el corazón en un puño.

Liam se estaba descojonando en su cara.

―¡Aún sigues cayendo en esa broma! ―se mofó el conductor de rostro quemado―. ¡Tendrías que verte el careto, macho!

Liam le palmeó la espalda, antes de que Ditullio ordenara silencio.

Mientras descendían por las estrechas escaleras, en las que sólo podían bajar por parejas, comenzaron a mancharse con un sucio limo que ensuciaba las paredes.

 

Había tres tramos de escaleras, cada uno decorado por una banderola iluminada por una solitaria antorcha, similar a la que Leprechaun había afanado sólo que en estas, además del despreciable signo de la orden, había algo escrito:

Primer Juramento de Dagon

¡Ia, Dagon, Ia!

 Juro, por mi sangre, que guardaré el secreto de tu presencia y la de tus hijos, contra oídos ajenos, sucios extranjeros y otros villanos

¡Ia, Dagon, Ia!

―Alentador ―murmuró Drake.

―¿Qué es eso? ―preguntó Billy Rowan a sus espaldas.

―¿El qué?

―Yo también lo oigo ―afirmó Leprechaun.

Se escuchaba un rumor. Una cantinela que llegaba desde el subsuelo y se repetía una y otra vez.

En el siguiente tramo de escaleras encontraron otra banderola:

Segundo Juramento de Dagon

¡Ia, Dagon, Ia!

Juro, por mis manos, que volcaré mi esfuerzo en prestar ayuda a la Orden Esotérica y sus sacerdotes, a tus hijos, los que moran en Y’ha-nthlei, y a ti, oh, gran Dagon

 ¡Ia Dagon, Ia!

El rumor ya era distinguible.

―Dagon.  Dagon. Dagon. Dagon. Dagon. Dagon. Dagon.

En el tercer tramo de escalera había otro estandarte:

Tercer Juramento de Dagon

¡Ia, Dagon, Ia!

 Juro, por la sangre de mi progenie, tomar a uno de tus hijos como mi pareja, llevarlo a mi hogar, y engendrar toda la progenie que pueda, para que tu especie crezca bajo de las aguas y en la faz de la tierra.

¡Ia, Dagon, Ia!

―¿Qué es engendrar? ―preguntó Drake.

―Tener descendencia ―contestó Rowan.

―Habla en cristiano, coño.

―Follar ―contestó Angus Lancaster.

Drake se volvió hacia sus compañeros y les miró con unos ojos febriles.

―Estas diciendo… que esta gente y los hombre rana…

―¿A qué ahora entiendes porque esta gente es tan fea? ―continuó Angus.

―A Bullseye no le importa donde la mete o deja de meter el enemigo ―contestó Bullseye―. Bullseye quiere bajar y terminar con todo esto.

―Amén a eso ―susurró Leprechaun.

Bajaron más.

Otro largo tramo de escaleras que desembocó en una árida habitación del tamaño de toda la planta del edificio masónico. Esa habitación, iluminada pobremente por una docena de antorchas, estaba gobernada por la presencia de tres gigantescas estatuas. La de la derecha representaba a Padre Dagón, un profundo enorme con un gran falo. La de la izquierda era Madre Hidra, una profundo con unos enormes atributos femeninos. Y en el medio, el Gran Cthulhu, una monstruosidad tentacular con pequeñas alas de murciélago. Las estatuas estaban hechas de una piedra negra con vetas plateadas y parecía que sus ojos de esmeralda miraban a los invasores que se prepararon para desplegarse ante el enemigo.

El enemigo eran filas y filas de fieles arrodillados, invocando el nombre de su deidad, Dagon, junto a una sarta de palabras incomprensibles. Muchos vestían túnicas, otros sólo eran simples marcados de Innsmouth, hombres, mujeres y niños. Todos entonaban la misma algarabía, a la vez.

Ante la horda de fieles había dos sacerdotes, a los cuales la marca de Innsmouth les había deformado de tal manera que parecían profundos con ropa. Se trataba de los sumos sacerdotes de la Orden, Jemeriah Brewster, cuya enorme boca lucía una hilera de finos y desiguales colmillos, y Robert Marsh, que poseía una leonada melena atrapada tras una tiara de oro argentífero.

―Escuadra ―llamó Ditullio―. Nos desplegaremos en hilera. Drake, dispara al dentón de la izquierda. Leprechaun, al melenudo de la izquierda.  Bullseye, al segundo por la izquierda. Friendly Fire, al segundo por la derecha. El Esgrimista Mariposón, al tercero de la izquierda. Filete Muy Hecho, al tercero de la derecha.

―¿Ya tienen apodos? ―preguntó Rowan con voz lastimera, pero The Kid le chistó.

―Hammer tu y yo tiramos granadas… al bulto.

―Pero…

―Al bulto. ¡Vamos!

Liam supo que tras esa orden todos, incluidos él y Angus, empezaron a gritar. La adrenalina corría por sus venas, envenenaba su organismo, les empujaba a pelear. Sin embargo, el tiempo comenzó a avanzar a cámara lenta. Todo. Cada paso, cada gesto, cada respiración, cada latido.

Liam lo vio todo.

La escuadra Apod se desplegó en hilera tal y como The Kid Ditullio había ordenado. Entre los adoradores surgieron diez profundos ataviados con túnicas aguamarinas y armados con lanzas de coral. El sumo sacerdote, Robert Marsh, les dirigió una agresiva mirada cargada de odio, sin dejar de continuar con la gorgoteante letanía, pero Jeremiah  Brewster les señaló con un dedo acusador mientras croaba unas áridas órdenes.

No pudieron hacer más.

La ráfaga de disparos de Estatua Drake le reventó la cabeza a Brewster. La andanada de disparos de Leprechaun O’Brien lanzó a Robert Marsh contra la estatua de Dagon, dejando su laxo cuerpo acribillado. Bullseye Dalton abatió con un certero disparo a un profundo. Friendly Fire Rowan frenó el lanzamiento de otra de esas criaturas con su tiro. La escopeta de Angus tronó, lanzando a dos profundos hacia la multitud que había a sus espaldas. Las granadas que Ditullio y Hammer arrojaron, pusieron en pie a los habitantes de Innsmouth que se levantaron, olvidaron el ritual y comenzaron a huir, por donde podían.

Y Liam observó como la corredera de su pistola se deslizaba hacia atrás. Como la bala generaba un estallido en la boca de su cañón y volaba hacia la cabeza del profundo que corría hacia él, enarbolando su venablo, antes de que el proyectil astillase su frente y le reventase la tapa de los sesos.

Los fieles salieron corriendo en tropel, la mayoría no huyó hacia los militares, que continuaron disparando sin compasión sobre monstruos, híbridos, mujeres, ancianos y niños. Huyeron hacia las estatuas, entrando por unos estrechos pasadizos que serpenteaban tras ellas, desapareciendo en los túneles de los contrabandistas.

Las granadas explotaron. Varios cuerpos volaron por el aire. Una tromba de personas asustadas se cernieron sobre los invasores que continuaron disparando. O’Brien y Rowan fueron derribados la marea de gente. Hammer lanzó una descarga con su metralleta Thompson que fulminó a cinco niños de no más de seis años. Ditullio la emprendió a golpes de culata con un profundo. Drake se escondió tras una columna para recargar su arma. Cada vez que Bullseye apretaba el gatillo, una figura caía pesadamente al suelo. Angus y Liam continuaron luchando, espalda contra espalda.

Mientras ocurría este frenesí de gente corriendo aterrada, el techo crujió.

Un golpe.

Dos golpes.

Las antorchas titilaban.

El polvo caía del techo.

Tres golpes.

Muchos, adoradores de Dagon y soldados de la escuadra Apod, volvieron la vista hacia el techo… Que se agrietó…

―No me jodas ―gruñó Ditullio segundos antes de que  una enorme zarpa de batracio atravesara cientos de toneladas de tierra y piedra, arrojando escombros por doquier y enterrando bajo su peso al cabo que apodaron The Kid durante su participación en los Golden Gloves.

Dagon había llegado hasta la Orden Esotérica, había arrancado el techo y atravesado todo el edificio a zarpazos, y había abierto el suelo para llegar hasta la sala de oración. Su zarpa comenzó a tantear la sala, buscando algo.

―¡¡¡¡Ditulliooooooooo!!!!! ―aulló Drake que atravesó la sala, corriendo hacia la zarpa y disparándole con rabia con todas las balas de su metralleta. Balas que fueron como la picadura de docenas de molestos mosquitos sobre las duras escamas del titán.

La garra se agitó con la violencia de un ciclón. Golpeó y mató a una docena de sus fieles…

Y a Estatua Drake. Su cuerpo se quebró como una frágil ramita y salió despedido por el impacto, golpeando duramente contra la pared de piedra.

La zarpa se hundió en el suelo arenoso del sótano y extrajo un cono de piedra plagado de retorcidos glifos grabados en un extraño mineral ultraterreno. Se trataba de la piedra rosseta de los Glifos de R’lyeh, el libro de Dagon original.

Una mano agarró a Leprechaun del hombro. El irlandés se había quedado sin munición para la metralleta y alzó su Colt 45 contra el intruso, que era el soldado de primera Bullseye Dalton.

―Saca a todo el mundo de aquí ―ordenó el francotirador.

Leprechaun asintió con la cabeza. Ayudó a Billy Rowan a ponerse en pie y contempló a Dalton caminar con paso firme entre los últimos aterrados adoradores de Dagon, hacia el gran agujero del techo.

―¿Qué vas a hacer? ¡Bullseye!

―Bullseye va a matar a esa cosa ―dijo Bullseye antes de alzar su fusil 30.06. Disparó hacia la oscura figura del padre de todos los profundos que se alzaba a docenas de metros de ellos.

Leprechaun empujó al aturdido Rowan y se unieron a los Finns mientras los instaba a salir por las escaleras que llevaban al exterior. Hammer dejó caer su mochila explosiva ante uno de los horribles ídolos de la sala, aquel que tenía una cabeza cefalópoda. Activó los explosivos para explotaran en cinco minutos y pasó corriendo junto a Bullseye que continuaba disparando a Dagon.

El experto en explosivos de la escuadra Sky salió sin ver como la zarpa del  primigenio descendía de nuevo y agarraba a ese molesto hombrecillo que continuaba atacándole en solitario. Nadie vio como el gigantesco profundo lo alzaba y le miraba furibundo. Aunque había perdido el fusil, Dalton continuaba disparándole con su pistola.

―Bullseye espera darte ardor de estómago, maldito hijo de…

Nadie vio a Dagon devorar de un bocado la mitad del cuerpo del cazador de ciervos de Iowa, Bullseye Dalton.

Y en ese momento, la mochila explosiva de Hammer detonó. Los supervivientes de la escuadra Apod salieron de la Orden Esotérica de Dagon a tiempo de ver como la estructura del edificio se venía abajo y se derrumbaba, escupiendo una nube de polvo que inundó dos manzanas.

La colosal figura de Dagon se internó a zancadas por las calles de Innsmouth, hasta llegar al puerto, donde se zambulló en el mar y desapareció.

613629-dagon
Dagon ya tiene su Libro

Ver a su dios huir calmó el ánimo de los furiosos habitantes del pueblo maldito, los cuales depusieron las armas y permitieron que las tropas norteamericanas les redujeran y detuvieran.

Sentados en los escalones del derruido edificio, Angus y Liam fumaban, con aire ausente, dos horribles puros que Sarge Kowalsky les había regalado con motivo de la victoria.

Angus se volvió hacia Liam.

―Liam.

―¿Qué? ―contestó este, contemplando como unos militares conducían a un grupo de híbridos de Innsmouth que caminaban con las manos en la cabeza en fila de a dos.

―Yo también te quiero.

Liam se volvió de improviso hacia su compañero, el cual sonreía con malicia.

―¡Tendrías que verte el careto, Filete Muy Hecho!

―Me has cazado, pero bien, Esgrimista Mariposón.

Y, entre tanto horror y caos, Liam y Angus estallaron en carcajadas, como hacía diez años

La Redada (16) Dentro de la Orden Esotérica de Dagon

ORDEN ESOTÉRICA DE DAGON

Escuadra Apod

Capitán Anthony Corso

Cabo “The Kid” Ditullio (Boxeador)                                                        ―                           Sarita

Cabo Interino Rowan (Ingeniero Químico)                                         ―                           Raúl

Soldado 1ª “Leprechaun” O’Brien (Ladrón)                                        ―                           Bea

Soldado 1ª “Bullseye” Dalton (Cazador)                                               ―                           Toño

Soldado 1ª “Estatua” Drake (Jugador de Baseball)                          ―                           Jacin

Soldado Raso “El Muro” Rondale (Jugador de Fútbol Americano) ―                      Hernan

Liam McMurdo (Conductor)                                                                     ―                           Soler

Angus Lancaster (Arquitecto)                                                                  ―                           Garrido

Escuadra Sky

Sargento “Sarge” Emile Kowalsky

Cabos Grabatowsky y Wozniasky

Soldado Raso Davronowsky

Soldados 1ª Caronosky, Kozlowsky, Muskowsky y Prochowsky

Soldado de Primera Hammer (Experto en Explosivos)

La escuadra Apod se había lamido las heridas y recargado sus armas. El coche que Liam McMurdo había puenteado bloqueaba el callejón, pero de poco serviría si una horda de innsmouthitas se decidía por pasar por encima del coche y atacarles, tenían que darse prisa en entrar en la Orden Esotérica de Dagon.

Ante ellos había una gruesa pared de piedra negra, sin ventanas, la única entrada era una sólida puerta de madera, sin pomo, pero con una oxidada cerradura. Angus Lancaster descubrió el símbolo masónico que indicaba que se trataba de la puerta trasera a la logia. El capitán Corso se acercó hasta ella  y justo cuando se apoyó en la hoja el suelo tembló bajo sus pies.

Todos, soldados y civiles, se quedaron durante unas décimas de segundos, sobrecogidos ante la explosión que tuvo lugar cerca del puerto. Parecía que un pequeño Vesubio hubiera entrado en erupción, devorando tres o cuatro edificios al noreste de la ciudad y reventando cristales por todo el pueblo maldito.

―Joder, con la escuadra Sky ―murmuró Leprechaun O’Brien.

―Coño, Rowan ―se mofó El Muro Rondale―, no sabía que habías venido a la misión. No has hecho una mierda hasta ahora… para variar.

―Muy gracioso, Muro. Pero que muy gracioso.

―Psssst ―chistó el cabo The Kid Ditullio.

Estatua Drake que se había colocado junto al capitán Corso, pegado a la puerta, tratando de escuchar algo, alzó la mano.

―Aquí detrás hay algo ―informó―. Algo que respira.

―Pues patada a la puerta y que le dé en la boca ―propuso Billy Rowan.

― Buena idea ―exclamó Rondale, y antes de que nadie dijera nada, el defensa de los Buffalos del Instituto Chambers, de Iowa, cargó contra la puerta y descargó su hombro sobre la hoja de madera… que crujió, pero no se terminó de abrir del todo.

Ditullio maldijo entre dientes la falta de juicio de Rondale, antes de descarga una buena patada en la dañada puerta, consiguiendo romper el cerrojo y abrirla.

Y permitiendo que la cosa del otro lado saliese.

Todos se quedaron bloqueados ante la aparición del guardián de la puerta. Hacía tiempo fue un hombre de innsmouth, un marcado que respondía al nombre de Joshua Bentley, pero a diferencia de muchos de sus amigos y familiares, a los que la marca había transformado progresivamente en profundos, a Bentley le había deformado en otra cosa diferente. Su cuerpo era grande, pesado, de piel gelatinosa, grasienta, con sus manos deformadas en garras de dedos palmeados… pero lo más inquietante era su cabeza, convertida en una sepia repleta de tentáculos culebreantes y de ojos velados en amarillo.

Joshua Bentley, Bendecido por Cthulhu
Joshua Bentley,                      Bendecido por Cthulhu

Entre los profundos, estos hermanos diferentes eran tratados como héroes de su especie, pequeños y monstruosos milagros a los que se les concedían objetos y beneficios, y que pasaban a disposición de la Orden Esotérica de Dagón, donde les educaban en la magia y las artes oscuras de los mitos de Cthulhu, el cual les había bendecido con esa forma horrible.

Un pálido Billy Rowan disparó su fusil. La bala atravesó las entrañas a la criatura que alzó su rostro, mientras los tentáculos bailaban sobre su pecho deforme en un mudo grito de dolor.

Estatua Drake sufrió un estallido logorreico. Accionó el gatillo de su metralleta Thompson sin dejar de gritar:

―¡¡¿Sepuedesaberquemierdadecosaesesta?AdondecojonesnoshantraidoJoderrrrrrrrMuereMuereMuere
CondenadomonstruodelinfiernoMueremalditobastardoMatadloJoder
HayquematarloHayquematarlosatodos!!

La tempestad de plomo destrozó a la criatura, la hizo caer y cuando las balas de la Thompson se agotaron, a Drake le flanquearon las piernas. Rondale y Liam se abalanzaron sobre el monstruo y el primero comenzó a golpear al monstruo con la culata de su fusil mientras el segundo lanzaba puñaladas al abdomen de la criatura, aullando de rabia, de frustración, de terror.

―¡Basta! ―gritó Corso, mientras Ditullio y Leprechaun conseguían frenar a Rondale, y Angus Lancaster tranquilizaba a Liam―. ¡Sosiéguense maldición! ¡Esto es una misión de infiltración y toda la ciudad debe de saber que estamos aquí!

―Una buena forma de dar ejemplo es no gritar, señor ―intervino Ditullio.

Corso le miró boquiabierto… asintió con la cabeza y, sonriendo bovinamente, susurró:

―Tiene razón, cabo. A partir de ahora, silencio total.

―Bullseye está en silencio.

―Muy bien Bullseye, vaya usted primero.

Bullseye entró en la Orden Esotérica y atravesó un estrecho pasillo. Abrió, con mucho cuidado, una pequeña portezuela que convergía en un gran vestíbulo que se hallaba sumido en la penumbra. La única luz provenía de una docena de antorchas ubicadas en puntos estratégicos de la sala. Bullseye se detuvo antes de salir al vestíbulo, al ver que había una galería en el piso superior, de la que colgaban banderolas de color verde sucio. El techo se sostenía por cuatro gruesas columnas y la combinación de olores a pescado podrido y rancio mezclado con altas dosis de incienso, convertía en aire en un éter cargado y desagradable.

Alguien se chocó con Bullseye: Angus Lancaster.

―A Bullseye no le gustas ―siseó el francotirador mirando a la galería. Si tuviera que tender una emboscada, ahí se colocaría él.

―¿Y eso a qué viene? ―se quejó Angus.

―A que vas a delatar nuestra posición si no cierras la bocaza, tipo suave ―gruñó Ditullio detrás de Angus.

Corso se llevó un dedo al oído y luego señaló al techo. Bullseye asintió. También los oía. Pisadas y murmullos en la galería.

Corso gesticuló en silencio. Ordenó a los soldados que llevaban metralletas que se adelantasen, creando un fuego de cobertura para que el resto de la escuadra pudiera tomar posiciones.

Bullseye negó con la cabeza.

―Hay una puerta a la izquierda y un pasillo a la derecha ―informó―Bullseye no sabe quién puede estar ahí. Quizá más enemigos que los que se esconden en la galería.

Corso meditó durante unos segundos que hacer. Ditullio y Bullseye se miraron exasperados. El cabo sacó su cuchillo y Bullseye le imitó.

―Con permiso, señor ―solicitó el cabo The Kid Ditullio―. Bullseye y yo vamos a ver que hay tras la puerta y en el pasillo, si son seguros puede capitanear a la escuadra en su asalto con los subfusiles, señor.

―Y Bullseye y The Kid harán fuego cruzado ―dijo Bullseye Dalton.

―Oh, sí, es una gran idea, sí ―mientras el capitán Corso daba la razón el cabo y el francotirador se internaron entre las sombras del vestíbulo. Bullseye desapareció a la izquierda. La puerta parecía cerrada, pero el francotirador se posicionó a la derecha, atento a disparar a posibles enemigos que surgieran por ahí. The Kid se escondió entre las sombras del pasillo de la derecha. Había cuatro puertas, todas cerradas, el cabo se maldijo, mientras apuntaba con el fusil, preparado para abatir cualquier rival que apareciese desde allí.

Estatua Drake y Leprechaun O’Brien quitaron los seguros de sus Thompson y atendieron a la señal del capitán Corso que buscaba entre las sombras a The Kid y Bullseye. El cabo Ditullio se asomó e informó de lo que había visto y de los objetivos que había en la galería: seis hombres, armados, en tres parejas.

The Kid veía escopetas y rifles. Bullseye vio hasta un mosquete de la guerra de la recesión.

Entonces Corso hizo el gesto y Estatua y Leprechaun se lanzaron en medio del vestíbulo, con los dientes apretados y los dedos sobre los gatillos. Estatua Drake se paró junto a una columna y trazó un aterrador arco de plomo disparando todo el cargador del arma sobre una pareja de guardias híbridos, que cayeron fulminados.

―¡¡¡Tragad plomo, ‘joputas!!! ―aulló Drake, sonriendo, presa de un siniestro frenesí.

Leprechaun descargó otra ráfaga que destrozó a otro de los guardias.

Liam se aprestó a salir al vestíbulo, pero Corso le detuvo. ¿A qué esperaban? El capitán buscó a los soldados Rondale y Rowan, y les ordenó salir.

Bullseye estaba arrodillado, pero el blanco que había escogido se lanzó al suelo según los cañones de las Thompson comenzaron a tronar su canción. Disparó, pero la bala se estampó en la barandilla que protegía la galería.

Angus palmeó a Liam en el hombro.

―Yo no he venido aquí para estar detrás, viendo como los militares hacen el trabajo ―dijo Angus. Liam asintió, gratamente sorprendido por el valor en las palabras de Angus―. Si no disparamos, investigaremos, joder.

―¿Puerta o pasillo? ―preguntó Liam.

―Puerta.

―Yo voy al pasillo.

―Esperen ―les frenó Corso―. Saldremos cuando sea seguro…

Para demostrar el peligro, un híbrido se asomó desde la barandilla y descargó una perdigonada con su escopeta que arrancó esquirlas de piedra a la pared cercana a Bullseye.

Con el cargador vacío, Estatua Drake sacó su Colt 45. de la cartuchera y disparó sobre el enemigo de la escopeta. La bala le reventó el pecho, la escopeta cayó al suelo y medio cuerpo del híbrido quedó colgando de la barandilla.

Billy Rowan disparó sin mucho acierto. El Muro Rondale apuntó a la barandilla, pero no pudo ver a los enemigos parapetados tras ella.

Liam correteó hasta el pasillo, seguido de Corso. Angus se apostó en la puerta, al otro lado de Bullseye que descerrajaba su fusil. Leprechaun descargó otra ráfaga de tiros sobre la barandilla, manteniendo a los enemigos a cubierto.

Angus entreabrió la gran puerta de la izquierda. Al otro lado había una gran sala, atestada de largos bancos de madera hinchada por la humedad. Parecía una sala de reuniones. Un podio de madera negra tras el cual había dos hombres, dos híbridos ancianos, ataviados con túnicas aguamarinas y coronas de oro argentífero.

Uno de ellos, un sexagenario, altísimo y siniestro, de dedos palmeados, finas patillas en forma de ele de pelusa blanca y mirada recelosa, hacia aspavientos, croando órdenes. El otro sacerdote, un cincuentón regordete que se rascaba su desastrosa piel bajo la papada con una garra palmeada, miraba fijamente a Angus con unos grandes y temerosos ojos vidriosos.

Angus no supo decir cuál de los dos estaba más asustado, si él o el sacerdote, hasta que el obeso brujo le apuntó con sus dedos membranosos y comenzó a croar una sarta de palabras prohibidas y Angus supo que él tenía más miedo. Sintió como algo se aferraba a sus pulmones, trepaba por ellos robándole el aire, notó el sabor del mar en la boca de la garganta… Y tal cómo vino se fue. Le habían robado el aire durante un segundo, pero la oscura magia no había surtido más efectos en él.

Mientras The Kid Ditullio recargaba su fusil el híbrido armado con el mosquete se alzó y disparó sobre el Muro Rondale. El estampido reverberó en el vestíbulo y el perdigón arañó la cara del soldado, destrozándole la mejilla. El Muro mugió de rabia y corrió escaleras arriba, con un frenesí suicida dibujado en su rostro constreñido y sangrante. Otro híbrido descargó los cañones de su escopeta sobre Bullseye y los perdigones impactaron sobre el soldado hiriéndolo de gravedad.

Bullseye aullaba.

Desde el suelo, con la boca llena de sangre, el francotirador alzó su fusil, apuntó, y el disparo reventó la cabeza del híbrido. El resto del cuerpo cayó por la barandilla. Leprechaun se cubrió en una columna mientras recargaba su metralleta.

Corso disparó con su pistola, pero la bala se perdió en el tiroteo. En el pasillo en el que se había internado Liam descubrió  cuatro puertas. Todas cerradas salvo una, con un cartel que rezaba: Despacho de J. Brewster. Liam bajó el percutor de la automática, apresto para entrar, pero el capitán Corso se acercó a él y le detuvo.

―¡Quédese detrás de mí! ―ordenó el capitán, al tiempo que abría la puerta.

Los dos cañones de una recortada le recibieron desde el otro lado.

El estampido fue colosal. Liam se apartó a tiempo de ver, como el cuerpo desmadejado del capitán Corso volaba tres metros contra la pared, chocaba violentamente contra ella, caía, hecho un guiñapo sangrante, un muñeco roto, sin vida.

Angus metió su escopeta entre las dos hojas de la puerta y descargó una perdigonada sobre los sacerdotes de la Orden, que gritaron, arrojándose al suelo.

―¡Refuerzos! ―gritó Angus―. ¡Refuerzos!

El Muro cargó, bayoneta en ristre contra el híbrido que le había destrozado la cara, le espetó por debajo del esternón lo alzó un metro hacia el techo, arrancándole el mosquete de sus manos deformes, y luego lo placó contra el suelo, hundiendo aún más la cuchilla en sus entrañas.

Ditullio y Drake corrieron en apoyo de Angus. Ditullio pateó la puerta, descubriendo en la sala de reuniones de la Orden, además de los bancos y el altar tras el que se ocultaban los sacerdotes, una gran banderola con el símbolo de la Orden Esotérica de Dagon, una escalera en la esquina izquierda que se perdía en el piso superior… y media docena de profundos armados con unas finas jabalinas de coral verde iridiscente que les miraron sorprendidos.

―¡Contaaaaaaaaaaaactoooooooo! ―gritó The Kid disparando a ciegas su fusil.

El grueso sacerdote huyó escaleras arribas, aterrado, pero el otro, el larguirucho con patillas, conocido en el pueblo como Ezra Hetfield comenzó a correr señalando a Angus Lancaster, luciendo un cuchillo de hoja dorada y retorcida, escupiendo improperios y maldiciones sobre cómo le iba a rajar la garganta, hasta que Leprechaun O’Brien le descargó media docena de tiros con su Thompson y Bullseye Dalton le voló la cabeza de un tiro con su Colt 45.

Angus se alejó de la puerta, huyendo de los profundos que se abalanzaban sobre ellos. El Muro Rondale comenzó a machacar la cabeza del híbrido que había empalado y que aún le lanzaba golpes y arañazos. Ditullio sacó una granada, quitó el seguro y la arrojó hacia el techo, tras la gruesa puerta de doble hoja que intentó cerrar antes de que la granada tocase el suelo, pero de un violento empellón las puertas se abrieron empujadas por dos profundos, mientras que los otros cuatro arrojaban sus jabalinas.

Una pasó volando muy por encima de la cabeza de Leprechaun y otra se fragmentó a los pies de Bullseye. Ditullio rodó por el suelo esquivando la lanzada que se destrozó en el suelo y otra jabalina se clavó en la columna tras la que se parapetó Angus.

Liam miró de reojo el cuerpo desmadejado de Corso y disparó a ciegas hacia al interior del despacho. La bala se estrelló contra un escritorio de madera mohosa, pero el Finn pudo ver al asesino del capitán, sólo un atisbo de una figura fondona, unos ojillos brillantes y una sonrisa aviesa… una sonrisa que había atropellado en su fuga de Innsmouth, hacía meses.

Pero por lo visto, para matar al subcomisario Nathan Birch iba a necesitar algo más que un coche.

Liam vio como Nathan Birch bajó su humeante escopeta recortada y cojeaba huyendo de ahí, llevando una bandolera colgada al hombro con algo pesado y rectangular dentro, desapareciendo por un estrecho armario. Justo cuando se preparaba para seguirlo, del despacho surgieron dos enormes profundos enarbolando sus jabalinas de coral.

Estatua Drake se refugió tras otra columna abriendo fuego con su pistola. Aprovechando otra ráfaga de disparos de la metralleta de Leprechaun, que abatió a dos profundos, Bullseye arrojó otra granada entre los pies de los profundos… y la colocó junto a la que había arrojado Ditullio un latido antes.

El Muro terminó de machacar la cabeza de su contrincante, hasta que de esta no quedaba más que un puré sanguinolento. Jadeando, satisfecho, el Muro Rondale se levantó, creyéndose que estaba solo…

Ante el soldado había tres siniestras figuras. Dos eran unos grandes profundos armados con jabalinas de coral verde, pero el tercero era un sectario de la Orden Esotérica de Dagon, un individuo ataviado con una túnica de un verde tan oscuro que parecía negra y con la cara oculta tras una máscara de cuero que simulaba el rostro tentacular del Gran Cthulhu.

Pero lo que paralizó a Rondale fue la enorme espada medieval que el sectario alzó sobre su cabeza. El acero voló hacia El Muro que echó la cabeza hacia atrás, consiguiendo que el filo pasara a milímetros de su cuello.

Las granadas explotaron.

Una lluvia de metralla y la onda expansiva impactaron en los soldados que rodaron por el suelo, se cubrieron tras columnas, antes de que pedazos infectos de profundo carbonizado cayeran con ellos. Las seis bestias estaban muertas, la victoria parecía segura.

―¡Bullseye! ¡Estatua! ―chilló Rondale desesperado.

―¡Apoyo! ―rugió Liam disparando su pistola, mientras huía de los profundos que le cercaban.

Bullseye disparó con la pistola, pero los rivales que cercaban a Rondale estaban fuera de tiro y la bala se incrustó en la barandilla. Estatua Drake y Billy Rowan le imitaron.

Leprechaun se giró y llamó a Liam.

―¡Al suelo, maldito irlandés! ―Liam se tiró al suelo y Leprechaun vació el cargador de la Thompson sobre los profundos, destrozando a ambas criaturas.

Bullseye disparó de nuevo mientras corría escaleras arriba, seguido de Billy Rowan. The Kid Ditullio corrió el cerrojo de su fusil. Drake puso el último cargador que le quedaba a su Thompson. Angus apuntó con la escopeta y disparó una perdigonada al piso superior, pero salvo un perdigón que hirió someramente a uno de los profundos, su disparo no tuvo efecto.

Rondale se arrastró por el suelo, lanzó un puñetazo a uno de los profundos que se le echaba encima, pateó al otro, pero las bestias le cogieron de los brazos, lo apresaron, expusieron su cuello al sectario.

Rondale chilló de rabia y frustración mientras el acero descendía.

Luego el silencio.

El sectario se asomó por la barandilla y arrojó la cabeza de El Muro Rondale que cayó a los pies de Ditullio. Todos los soldados la contemplaron impresionados, mientras el sectario les apuntaba con un dedo enguantado, alzaba su espada cubierta de sangre y entonaba un cántico gorgoteante.

The Kid estaba petrificado ante la mirada muerta de la cabeza de Rondale, el cabo dejó caer su fusil y comenzó a buscar con angustia su crucifijo, necesitando de su contacto para sobreponerse a la visión de la cabeza cercenada. Angus se ocultó tras una columna. Bullseye disparó con acierto sobre uno de los profundos, pero la bala no detuvo a la bestia que se arrojó sobre él y Rowan. Los tres cayeron rodando por las escaleras. El otro monstruo arrojó su venablo sobre Estatua Drake y se lo clavó en el hombro antes de que el soldado pudiera dispararle con su metralleta.

La cabeza de Drake era un hervidero. Estaba llena de una sarta de improperios que intenaba ladrar a sus rivales, pero no tenía aire en los pulmones… sólo agua, agua de mar. La lanza era fría, un puñal de hielo verde que parecía devorar el brazo donde estaba hincada. La mano que sostenía la metralleta se fue al suelo. Tosió. Cayó de rodillas. Tosió. Se ahogaba. Se ahogaba. Se moría.

En un acto de pura fuerza de voluntad, Estatua Drake se arrancó la lanza con la mano sana, sintiendo como el frío le entumecía los dedos, y la lanzó contra la pared donde se hizo añicos.

Leprechaun se acercó a Liam, mientras recargaba su último cartucho de la metralleta Thompson.

―¿Y Corso? ―preguntó el soldado irlandés al Finn. Liam le señaló el cadáver.

―Lo ha matado uno de Innsmouth, el subcomisario. Ha huido por una habitación secreta― informó Liam.

―No llegará muy lejos ―gruñó Leprechaun tirando de percutor de la metralleta.

Bullseye se apartó a patadas del profundo, le apuntó con la automática del 45 y disparó sobre la bestia. Lo mismo hizo Rowan pero su disparo falló e impactó al francotirador en un pie, arrancándole un grito de dolor. El profundo lanzó un zarpazo a Rowan, que bloqueó con su fusil.

Estatua Drake apenas conseguía respirar. Sus pulmones estaban llenos de agua. El mundo se reducía al mar y a las palabras húmedas que chasqueaba y vomitaba el sectario. Mientras Ditullio continuaba buscando el crucifjo, Angus se asomó tras la columna y descargó una perdigonada con su escopeta hiriendo al sectario e interrumpiendo su conjuro.

En un parpadeo Drake respiraba. Su brazo herido parecía que recuperaba la movilidad. Intentó alzar la metralleta y mirar a sus rivales cuando el profundo que acompañaba al sectario se izó en la barandilla y saltó sobre el soldado. La garra le embistió desde arriba, le desgarró el cuello y lo derribó. Caído en el suelo, muy malherido, sangrando por el cuello, escupiendo sangre, con la vista borrosa por el dolor, Drake sacó fuerzas de flaqueza para alzar su metralleta y apretar el gatillo.

Las veinte balas del calibre 45, impactaron al completo sobre la batracia criatura, destrozándola desde el vientre hasta la cabeza con plomo ardiendo.

Bullseye aprovechó a que el profundo le daba la espalda atacando a Rowan para pegarle un tiro en la nuca. La bala al emerger arrancó dientes y escamas a la batracia criatura que cayó fulminada. Rowan y él corrieron a socorrer a Drake, taponando su herida y controlando la hemorragia.

Angus corrió escaleras arriba. Ditullio encontró su crucifijo, saliendo de esa repentina obsesión que se había adueñado de él y alzó su fusil apuntando a la barandilla, donde se había parapetado el sectario. Leprechaun y Liam asaltaron el despacho de J.Brewster, pero estaba vacío. El armario donde se había ocultado Natham Birch daba a unas estrechas escaleras que subían al piso superior.

Justo cuando a Angus Lancaster le quedaban tres o cuatro escalones para llegar arriba se encontró cara a cara con Nathan Birch.

Ambos, sorprendidos, alzaron sus escopetas de galga 12, Angus la de trinchera, Birch la recortada.

Ambos se miraron a los ojos, con una rabia envenenada inyectada en sus miradas.

Ambos tiraron de gatillo.

Y los percutores de ambas armas, chasquearon, huecos, casquillos vacíos.

Birch le arrojó la escopeta. Angus se agachó y le tiró la suya, que Birch evitó. Ambos sacaron sus armas cortas. El subcomisario de Innsmouth un feo revólver del calibre 45, Angus, la automática militar Colt 45. Separados por sólo unos metros, se dispararon.

Y fallaron.

La bala de Angus se clavó en la pared, la de Birch destrozó un escalón. Birch pasó cojeando ante Angus y disparó. El Finn cogió la pistola con ambas manos y apretó el gatillo.

Fallaron de nuevo.

El tercer disparo del subcomisario de Innsmouth impactó a Angus en el codo y le arrojó por escaleras abajo, dando línea directa al astuto policía que sonreía maquiavélicamente con Bullseye Dalton, el francotirador de la escuadra Apod que le apuntaba con el fusil de Billy Rowan.

―Bullseye dispara ―sentenció Dalton antes de pegarle un tiro debajo de la garganta a Nathan Birch y lanzar su abotargado cuerpo contra la pared, dejando una mancha de sangre oleosa en la piedra mientras el cadáver se deslizaba hasta acabar sentado.

Angus se volvió hacia Bullseye, alzó el pulgar en señal de aprobación.

Y el sectario emergió sobre él, con la espada en alto aullando una maldición.

Angus se encogió sobre los escalones mientras una lluvia de balas estallaba a su alrededor. Desde el otro lado de la barandilla, a través de las escaleras que había encontrado el despacho, Liam apareció disparando su automática del 45, al tiempo que Leprechaun soltaba una ráfaga de munición con su Thompson, acribillando al sectario a tiros…

Y por si fuera poco, The Kid Ditullio le metió una bala en la cabeza con su fusil.

―El Muro te espera en el infierno, hijo de puta.

Leprechaun se asomó por la barandilla.

―¡Despejado!

Ditullio miró a Bullseye que lanzó una rápida mirada al interior de la sala de reuniones y asintió.

―¡Despejado!―gritó el cabo―. Rowan, ¿cómo está, Estatua?

Rowan les miró, pálido, ojeroso, con el rostro salpicado de sangre.

Y Estatua Drake alzó un tembloroso pulgar.

La Redada (11) Tiroteo en New Church Green

ORDEN ESOTÉRICA DE DAGON

Escuadra Apod

Capitán Anthony Corso

Cabo “The Kid” Ditullio (Boxeador)                                                        ―                           Sarita

Cabo Interino Rowan (Ingeniero Químico)                                         ―                           Raúl

Soldado 1ª “Leprechaun” O’Brien (Ladrón)                                        ―                           Bea

Soldado 1ª “Bullseye” Dalton (Cazador)                                               ―                           Toño

Soldado 1ª “Estatua” Drake (Jugador de Baseball)                          ―                           Jacin

Soldado Raso “El Muro” Rondale (Jugador de Fútbol Americano) ―                      Hernan

Liam McMurdo (Conductor)                                                                     ―                           Soler

Angus Lancaster (Arquitecto)                                                                  ―                           Garrido

Escuadra Sky

Sargento “Sarge” Emile Kowalsky

Cabos Grabatowsky y Wozniasky

Soldado Raso Davronowsky

Soldados 1ª Caronosky, Kozlowsky, Muskowsky y Prochowsky

Soldado de Primera Hammer (Experto en Explosivos)

―Lo de la escuadra Apod comenzó como una broma por el cabo Ditullio que fue boxeador ―les informó el soldado de primera Drake, alias “Estatua” ―.  Era su apodo en los Golden Gloves.

Drake y Ditullio… o “Estatua” o “The Kid” cómo preferían llamarse estaban cortados por el mismo patrón aún a pesar de ser de estados muy distintos. Ambos eran altos, fuertes, tenían el pelo engominado y un retorcido tupé. The Kid mascaba chicle y Estatua, tabaco. Y Ditullio tenía enrollado al puño un rosario de perlas plateadas mientras murmuraba una silenciosa oración.

―Pero que no os engañe el rosario. ¡Al tipo le gusta hacer sangrar a sus rivales! ―aulló “El Muro” Rondale, un toro que sacaba una cabeza al resto de la escuadra y al que habían bautizado así durante su época de defensa de fútbol americano en el instituto.

Angus Lancaster y Liam McMurdo no dejaron escapar lo emocionado que parecía el muchacho ante la idea de entrar en combate mientras Drake continuaba presentando a la escuadra Apod que les acompañaba en el camión, y con los que asaltarían la Orden Esotérica de Dagon.

Lo de Apod era porque cada miembro de la escaudra tenía un apodo… o estaba esperando a que le pusieran uno.

―Ese tan callado de ahí es “Bullseye” Dalton ―el soldado se encendió un cigarrillo bajo su recortado bigote y les dedicó un saludo―. Era granjero en Iowa y cazador de ciervos. Donde pone el ojo, pone una bala. No falla nunca.

Tras darle una calada, Bullseye le cedió el cigarrillo a su compañero, un pelirrojo grande con sonrisa canalla y unos maliciosos ojos verdes.

―Bullseye os saluda ―dijo el bigotudo.

―”Leprechaun” O’Brien es de vuestra tierra―continuó Estatua― Un irish con la mano muy larga.

―¡Eh! Qué tengo que dar de comer a tres hijos y una mujer ―bromeó Leprechaun, consiguiendo que los soldados estallasen en carcajadas―. ¿Ya les has contado porqué te llamamos Estatua, Drake?

―¡Joder!, mira que os gusta malmeter ―Drake escupió un salivazo de tabaco a los pies de Angus que le miró con desagrado, pero el soldado ni se inmutó―. Fui pitcher en el instituto. De los mejores. Al llegar aquí me daba aires y durante un partido contra la escuadra Sky, me tocó salir a batear y… bueno… me quedé congelado. Paralizado. Tres strikes y no moví ni un puto músculo. Y desde entonces los cabrones no paran de recordármelo.

Angus estaba incómodo, Liam lo percibía. Él no. Se respiraba mucha camaradería en la parte trasera de ese camión y ninguno de los presentes le había señalado y le había mirado las quemaduras con desagrado. “Una herida de guerra, pensarán”. El caso es que Liam se sentía de nuevo como si hubiera vuelto al instituto. Quizá por eso Angus no estaba a gusto. Era como estar en el vestuario de chicos, pero vestidos. Liam señaló al último de los miembros de la escuadra Apod, un joven pequeño y algo paliducho que llevaba el casco puesto y unas grandes gafas de montura metálica.

―¿Y cuál es el apodo de ese? ―preguntó.

―No… El cabo interino Rowan no tiene apodo ―contestó Drake―. Pensamos en llamarle Doctor Loco porque estaba estudiando ingeniería química en la universidad… pero aún no se ha ganado el apodo.

El camión se detuvo y la aguda voz del capitán Corso ordenó a los soldados bajar y desplegarse. Angus y Liam siguieron a Estatua y a Leprechaun por el terreno nevado hasta alcanzar la rivera congelada del río Manuxet.

―¿Los de la otra escuadra también tienen apodos? ―preguntó señalando a la eficiente escuadra Sky, capitaneada por el fiero sargento Kowalsky.

― Al sargento Kowalsky, y le llamabamos Sarge durante la instrucción, pero el resto no tienen apodos y no les vendría mal a toda esa panda de polacos ―un miembro de la escuadra Sky le hizo un corte de mangas y Estatua le alzó el dedo medio entre risitas― Caronosky, Kozlowsky, Muskowsky, Prochowsky, Davronowsky… salvo el soldado Hammer, el experto en explosivos, todos son nosequésky…

―Y por eso son la escuadra Sky.

―Bingo.

―Pensaba que eran Sky porque serían los primeros en llegar al cielo.

―¡Silencio, tropa! ―ordenó Sarge Kowalsky, consiguiendo un silencio sepulcral. El Capitán Corso llegó hasta ellos.

―Muy bien soldados. Nos desplazaremos sobre la superficie helada del Manuxet hasta Federal st, donde subiéramos por la calle hasta New Church Green, en cuyos aledaños está la Orden Esotérica de Dagon. Esperamos no encontrar resistencia pero se ha ordenado no disparar a no ser que sea necesario. Esto es muy importante. Ahora usen cuchillos y la culata de sus rifles.

Hubo varias quejas entre los soldados, pero los que no sacaron sus cuchillos, calaron bayonetas en sus rifles. Liam chequeó la Colt 45 que llevaba a la cintura, sobre el grueso abrigo blanco que le habían cedido. A Angus le ofrecieron un rifle, pero argumentó que era mejor con las escopetas y tuvo suerte, Leprechaun sacó de la nada una escopeta de trinchera de galga 12, con 20 postas. Angus era un espectáculo extraño, con su escopeta al hombro y apoyado en su bastón estoque.

―¿Todo bien asesores? ―preguntó el capitán Corso a Liam y Angus, que asintieron enérgicamente―. Muy bien, escuadra Apod al frente. Escuadra Sky en retaguardia. ¡Vamos!

Anduvieron en fila de a dos por la congelada superficie del Manuxet y tras una buena caminata, dejaron tras de sí la rivera más boscosa para internarse en la parte más industrial del río. Fábricas abandonadas surgieron en los laterales, mirándoles como buitres.

Todo estaba tranquilo. Muy tranquilo.

Llegaron hasta el puente que los Finns hundieron durante su huida de Innsmouth. Los habitantes no habían hecho nada por reparar la dañada estructura. Corso preguntó a Angus y a Liam sobre eso, sólo para confirmar si estaban donde debían de estar, y continuaron avanzando entre los escombros congelados.

Llegaron hasta una cascada y comenzaron a descender por ella. Bullseye, The Kid Ditullio y Liam se resbalaron y cayeron sobre la fría superficie, escuchando como el hielo crujía tétricamente bajo su peso.

Corso, que había bajado con mucha pericia, ordenó a los soldados ocultarse bajo el siguiente puente… donde había otra cascada.

―¿A qué luces de Washington se le ha ocurrido este paseíto? ―se quejó The Kid Ditullio cuando de nuevo perdió pie y dio de bruces en el hielo.

―Bullseye imagina que debió de ser un chupatintas que estará muy calentito en su puta casa ―siseó Bullseye Dalton que también se había caído.

Corso ordenó callar mientras ayudaba a Liam a ponerse en pie.

Angus miraba hacia arriba de la rivera con los ojos entrecerrados.

―¡Capitán Corso! ―espetó Angus.

―¡He dicho que silencio, maldita sea!

―Pero capitán…

―Señor, Bullseye también está oyendo algo ―informó Bullseye alzando su rifle hacia la rivera.

Corso se quedó petrificado. Todos los de la escuadra Apod alzaron sus cabezas hacia arriba, escuchando cada vez con más claridad unas voces cantando… o croando. Liam se volvió hacia Angus.

―¿Había algún rito o algo que se celebrase en Febrero? ―Angus negó con la cabeza.

―Y tampoco es sábado, no sé qué coño es esa… procesión.

―¡Capitán Corso, órdenes! ―exigió The Kid Ditullio.

Corso dudó. Paladeó algunas palabras hasta que consiguió decir algo.

―¡Ocúltense… todos a cubierto y ocúltense!

Algunos, como el cabo interino Rowan o Angus, se escondieron prodigiosamente en la poca maleza que creía en la nefanda orilla del río. Otros como el gigantesco soldado Rondale, quedaron expuestos.

Bajo la pálida luz de la luna que agonizaba en el horizonte apareció una procesión de seis marcados de Innsmouth que llevaban un séptimo hombre en volandas. Un hombre que se retorcía entre espasmos. Un hombre que era muy poco hombre. Le transportaban desnudo, su piel blancuzca era escamada, no tenía cabello alguno y sus enormes ojos carecían de párpados. Su enorme boca plagada de colmillos abisales se abría buscando aire, mientras las cicatrices que había en su cuello no se abrían transformándose en las branquias en las que se iban a convertir.

―Pero qué cojones es eso ―escupió Estatua Drake,  cuando la escuadra Apod veía al dirigente de la comitiva, un enorme profundo de piel azulada que se arrastraba las zarpas delanteras por el suelo y se desplazaba con lentas zancadas mientras croaba un triste ulular… hasta que vio al soldado Rondale.

El profundo se alzó en dos patas y rugió. Rondale, petrificado ante el monstruo que hundía sobre él unos fieros ojos amarillos, arrojó su fúsil y aullando como un animal cargó contra el monstruo.

―¿¡Adónde coño vas, Muro!? ―gritó el cabo The Kid Ditullio, pero era tarde, Rondale no oía, no escuchaba. Solo quería aplastar con sus propias manos a esa pesadilla subacuática.

Y el sentimiento del monstruo era mutuo, pues cargó sobre el soldado andando y saltando como un gorila, barboteando y gruñendo, sin embargo sus movimientos eran lentos, cansinos, agotados. Rondale bajó la cabeza y hundió el hombro contra el abotargado vientre de la criatura en medio de la rivera y ambos cayeron rodando por el suelo, enzarzados en una refriega de golpes y mordiscos.

Los seis insmouthitas se quedaron petrificados ante la repentina aparición de Rondale y su enfrentamiento cuerpo a cuerpo contra el profundo… ¿quién era ese desconocido que había atacado a uno de los suyos? Antes de que pudieran salir de su estupor, el capitán Corso se alzó desde su escondrijo gritando:

―¡Evitad que huyan! ¡Sin disparos! ¡Sin disparos!

El cabo interino Rowan emergió de la oscuridad enarbolando un cuchillo de combate que clavó en la espalda de uno de los innsmouthitas más adelantados al grupo, que se revolvió y sacó una navaja. Su tajo no hirió al cabo, pero puso tierra de por medio entre los dos. Estatua Drake apareció tras Rowan y cargó contra los cuatro marcados que transportaban al que se estaba transformando, placando a uno de ellos, haciéndoles perder el equilibrio y soltando el cuerpo que sostenían, que rodó por la rivera hasta acabar a los pies de Angus Lancaster.

Angus miró sobrecogido al híbrido entre humano y profundo que no había terminado su transformación. Se agitaba entre espasmos, intentando respirar pero sin poder hacerlo porque no estaba en el agua. Miró con ojos vidriosos a Angus y alzó una mano de dedos palmeados hacia él, suplicando ayuda entre agónicos jadeos.

Angus no lo dudó, sacó el estoque de su bastón y lo hundió piadosamente bajo la garganta de la criatura.

Liam se lanzó sobre el resto de asustados innsmouthitas, forcejeó con uno de ellos y le descargó un golpe en la garganta, rompiéndole la traquea. El marcado cayó de rodillas y murió entre estertores. Bullseye apareció tras otro y de un rápido tajo le cortó el cuello de lado a lado. Leprechaun descargó un buen puñetazo a otro.

Rondale continuaba sobre el profundo descargando incesantes puñetazos sobre su anfibio rostro, sin importar que las zarpas de la criatura estuvieran desgarrando su abrigo y también la carne de su espalda.

― ¡Seguid la jugada! ―aullaba el Muro Rondale, fuera de sí, riendo como un loco― ¡Seguid la jugada! ¡Seguid la jugada!

Uno de los innsmouthitas intentó trepar por la rivera, pero resbaló por el suelo embarrado, yendo a parar ante The Kid Ditullio que le descargó un juego de practicados y violentos puñetazos, que le reventaron la cabeza.

Uno degollado, dos más muertos a puñetazos, el profundo enzarzado en una pelea cuerpo a cuerpo con un soldados enajenado… y que parecía ir ganando. Los tres marcados que quedaban empujaron a los militares y comenzaron a trepar penosamente por la rivera.

―¡Qué no se escapen! ―gritó Corso.

Leprechaun, The Kid y Rowan consiguieron trepar hasta arriba, persiguiendo a los fugados. Angus se acercó hasta el profundo con el que forcejeaba el Muro e intentó apuñalarlo con su estoque… pero la pareja rodó por el suelo y Angus clavó el estoque en el suelo… el Finn se encontró con el mango del estoque en la mano.

Leprechaun consiguió llegar hasta su perseguido, pero este se volvió con presteza y le pegó una buena patada en la cara, rompiéndole la nariz. Leprechaun consiguió no caer por la rivera y rió a carcajadas, mientras la sangre le corría por los labios. Rowan intentó atrapar al innsmouthita, pero se le escapó. Ditullio zancadilleó a su perseguidor que cayó con fuerza. Su cuello crujió mientras rodaba colina abajo hasta Estatua y Bullseye, que lo cosieron a puñaladas.

El profundo hundió sus zarpas en la espalda de Rondale arrancándole un ronco quejido, antes de que el Muro descargase ambos puños sobre el feo rostro de batracio de la criatura, una y otra, y otra, y otra vez… hasta que solo machacaba húmedos pedazos de hueso y espesa y aceitosa masa cerebral contra el suelo.

―¡Muérete! ―gritaba con cada golpe― ¡Muérete! ¡Muérete!

Liam comenzó a trepar por la rivera en apoyo de Rowan que forcejeaba con uno de los dos fugados, pero justo cuando llegaba una alta figura emergió tras el híbrido. El sargento Kowalsky lo degolló con eficiencia y Liam observó cómo dos miembros de la escuadra Sky, los soldados Caronosky y Kozlowsky, hundían sus bayonetas en el último miembro de la peculiar comitiva de bienvenida.

Angus miraba con desagrado a Bullseye y Estatua que limpiaban sus cuchillos tras haber apuñalado a su oponente.

―Así se pelea en la vida real ―murmuró The Kid cuando descendía de la rivera―, ha hostia limpia, a puñaladas, no con una espadita de maricas.

Hubo un coro de risitas y Angus dejó caer lo que restaba de su preciado estoque al hielo del Manuxet. Liam se aclaró la garganta mientras el capitán Corso aparecía entre ellos… ¿Dónde había estado el capitán durante toda la refriega?

―Capitán ―comenzó Liam―, creo que deberíamos esconder los cadáveres debajo del puente.

―Oh, es muy buena idea ―Corso se volvió hacia el sargento Kowalsky, que descendía de la rivera junto al resto de sus hombres― Sargento. Sargento. Que la escuadra Sky esconda los cuerpos mientras la escuadra Apod toma posiciones en New Church, Green.

― A sus órdenes, señor ―murmuró Kowalsky mirando con desprecio al Capitán Corso―, pero vaya con cuidado.

―Descuide, sargento. Tenemos todo controlado. ¡Escuadra Apod! En marcha.

Pero la escuadra Apod estaba alrededor del cadáver destrozado a golpes por Rondale, que miraba a sus compañeros luciendo una desquiciada sonrisa salpicada por la negra y aceitosa sangre del profundo.

―¡Lo he matado con mis propias manos! No es tan duro cómo se creía, ¿¡a qué no!? Cosa del Pantano… o lo que seas… ¿Alguno se ha traído el botiquín de primeros Auxilios?

Mientras el cabo interino Rowan atendía las heridas de Muro Rondale y Leprechaun O’Brien. Corso encabezó la llegada hasta New Church Green, junto a Liam y Angus. Tras ellos avanzaban Bullseye, The Kid y Estatua.

Las calles adoquinadas de Innsmouth formaban una rotonda en torno a un césped circular cubierto por malas hierbas: New Church Green. En el centro había una solitaria farola que no despedía luz alguna, aceras de baldosas desiguales, dos bancos podridos a punto de desmoronarse y un viejo Ford T aparcado cerca del puente que cruzaba el Manuxet.

207 - Orden Esoterica de Dagon 205 - San Sapo 212 - Iglesia de la Fe Baptista
207 – Orden Esoterica de Dagon
205 – San Sapo
212 – Iglesia de la Fe Baptista

Había un par de iglesias flanqueando el césped al noreste y al noroeste de Federal st, siendo San Sapo la del noroeste y almacenes abandonados por todo Dock st. Angus informó al capitán Corso que el campanario podía servir cómo aviso al resto del pueblo. Se apreciaban las cuatro columnas grises de la vieja logia masónica que había dos edificios más al norte de Federal st, donde tenía sus sede la Orden Esotérica de Dagon.

Bullseye silbó entre dientes llamando la atención de Corso y los Investigadores.

―Bullseye ha visto algo ―informó el soldado con la vista fija en el gran edificio de paredes grises. En efecto, tras las cuatro columnas había seis hombres armados con fusiles y escopetas.

Los invasores se echaron cuerpo a tierra en los aledaños de la rotonda.

―¿No se suponía que esto era una misión secreta? ―se quejó Liam.

―El grupito de antes se sorprendió al vernos ―pensó Angus en voz alta―, pero esos de ahí… esa gente está esperando a que la ataquen.

―Quizá tras su fuga… ―argumentó el capitán Corso.

―Hace meses de eso y ni nos acercamos a ese edificio ―susurró Liam―. A saber lo que tienen ahí dentro.

Corso se giró hacia sus hombres que le miraban expectantes.

―Bullseye precisa saber si ya puede usar su rifle, señor ―preguntó Bullseye.

―Sí, sí, sí… Pero… esperen a mi señal.

―¿Primero nos dispersamos por la plaza y tomamos posiciones de ataque, señor? ―preguntó The Kid Ditullio con voz ronca.

―Sí, sí. Dispers…

Ditullio chasqueó los dedos e hizo girar el índice hacia arriba. Drake y Dalton asintieron. El primero corrió hasta la rotonda. Liam corrió y se escondió tras el viejo coche. Bullseye se arrastró por la rivera y desapareció entre la maleza. Angus se alejó de los soldados y atravesó la calle, corrió y se pegó contra la pared de una vieja casa en ruinas.

―Pero adonde va ese… ―se quejó The Kid Ditullio entre dientes mirando a Angus. El cabo correteó por el lado opuesto a Angus, hasta apoyar su espalda en la pared de San Sapo.

Cuando Rowan, Leprechaun y el Muro subieron la rivera, fueron informados por Corso.

Y en ese momento uno de los seis centinelas de la Orden salió del parapeto que ofrecían las columnas.

Caminó hasta el medio de la calle y miró hacia New Church Green. Vio a Estatua Drake y el soldado lo supo porque le miraba directamente a los ojos. Corso siseó una orden para que sus hombres se escondieran, sobre todo Drake, y Estatua se parapetó tras un banco maldiciendo su poca discreción.

Rowan se desplazó por la rivera y se acercó hasta Ditullio. Leprechaun lo hizo en dirección contraria y se unió a Liam tras el Ford T. El Finn sacó una navaja e intentó forzar la puerta del coche. Era un coche viejo, pero Liam aún recordaba haberlo forzado de joven, cuando Brian Bunham y él hacían carreras por las carreteras de Arkham. Parecía que esos recuerdo felices habían sido hace extraños eones. Angus se acercó hasta Federal st y oteó el panorama, al tiempo que descolgaba su escopeta del hombro. Rondale también se desplazó por la rivera.

―No pises a Bullseye ―murmuró escondido entre la maleza el francotirador.

El centinela comenzó a caminar hacia New Church Green con el cañón del fusil apuntando al suelo y la mirada perdida en la rotonda… parecía que había visto algo, pero no estaba seguro del qué. Estatua Drake miró hacia Corso, esperando a que el capitán le ordenase que hacer… pero Corso miraba hacia el centinela tan alerta, que parecía haber olvidado que tenía que dar órdenes a sus tropas. Estatua comenzó a hacer gesto para llamar su atención… pero lo único que conseguía era atraer al centinela que veía movimiento en esa rotonda, cuando no debería ver nada.

Liam forzó la cerradura, abrió la puerta y entró en el asiento del piloto. Leprechaun se arrastró por el asiento trasero. Angus apuntó hacia el centinela, esperando la orden de Corso. Rondale se desplazó cómo una sombra hasta la pared en la que se parapetaban, Rowan y Ditullio.

El centinela se quedó congelado a unos veinte metros de la rotonda. Abrió mucho los ojos y sin hablar, alzó su rifle y disparó, pero su puntería era bastante mediocre y la bala se perdió en la noche. El resto de centinelas se asomaron desde la orden, barbotando órdenes y alzando sus armas.

Señalando hacia Estatua Drake.

Corso continuaba bloqueado. No ordenó nada, no dijo nada. Rowan se asomó desde Dock st, alzó su rifle 30.06 y disparó con acierto al primer centinela que dejó caer el rifle e intentó huir hacia la Orden. Otro de los centinelas se posicionó tras una columna de la logia, alzó su fusil y disparó contra Rowan, pero la bala arrancó esquirlas de piedra de una de las paredes de San Sapo. Estatua Drake explotó un globo de chicle mientras sonreía, le quitó el seguro a su metralleta Thompson, se giró por encima del banco y disparó una ráfaga de tiros sobre la espalda del tipo que huía, que cayó muerto al suelo. Bullseye que estaba apuntándole, cambió de objetivo precipitadamente y su disparó se estrelló contra la columna tras la que se parapetaba el centinela que había disparado contra Rowan.

Liam puenteó el coche y lo arrancó, escupiendo una bocanada de humo sucio. Leprechaun  se asomó desde el asiento trasero y disparó una larga ráfaga de disparos con su Thompson, abatiendo a dos de los centinelas que corrían hacia Estatua Drake.

Aprovechando el tiroteo, Angus se pegó a la pared de los edificios de Federal st, y caminó pegado a la pared hacia la Orden Esotérica. El Muro Rondale agarró a Rowan y lo sacó de la línea de tiro. The Kid Ditullio disparó con su automática del 45 e hirió en la pierna a un cuarto centinela que cayó al suelo.

Los centinelas dispararon sus armas a ciegas, causando más caos y ruido, pero sin herir a nadie. Uno de ellos, que estaba armado con un viejo mosquete, se parapetó tras un portal. El centinela  a resguardo de las columnas, se ocultó tras una de ellas mientras recargaba su fusil de cerrojo… y entonces las campanas de San Sapo comenzaron a repicar.

Los tañidos parecía que lo llenaban todo hasta que una explosión retumbó por encima de los mismos, haciendo temblar el suelo y las ventanas de todo Innsmouth… ¿Qué había provocado tal explosión?

La explosión sacó de su sopor al capitán Corso que se levantó de su escondrijo, enarbolando su Colt 45 y gritando:

―¡Rápido, tropa! ¡Avancen!

―Este tipo es un cachondo ―murmuró Ditullio con desprecio.

Rowan también sacó su Colt y disparó sobre el mismo centinela que había herido Ditullio. Estatua Drake disparó una ráfaga sobre el centinela del mosquete, pero las balas destrozaron el portal donde se cubría.

Liam dio un volantazo y condujo a toda velocidad con el viejo Ford T hacia Federal st… hacia el centinela caído que alzó las manos gritando auxilio, antes de que la vieja tartana pasara por encima de él. Leprechaun continuó disparando con la Thompson y vació el resto del cargador sobre el centinela que tenía un mosquete. Bullseye, El Muro y The Kid aprovecharon la carga del coche para correr hasta la rotonda donde se unieron a Estatua.

Angus llegó hasta la Orden y se plantó ante el último centinela que miró aterrado al cañón de la escopeta de trinchera que llevaba el Finn, antes de que escupiera una bola de fuego y metralla lanzando su desmadejado cuerpo ante la gran puerta de roble de la logia masónica.

Mientras Liam comenzaba a dar la vuelta a la rotonda, al fondo de Federal st se encendieron los faros de un viejo y pesado camión, que bajaba a gran velocidad hacia ellos. Rowan corrió hasta la rotonda, uniéndose a su escuadra, que miraban fijamente al camión que conducía hacia ellos.

―Abatamos a ese cabrón, chicos ―ordenó Ditullio que alzó su Colt 45. Bullseye, Rowan y el Muro, cargaron sus fusiles y le imitaron. Drake sacó una granada y le quitó la anilla.

Angus se mantuvo ajeno a lo que pasaba a su espalda, lanzó una rápida mirada por la fachada de la logia, buscando símbolos. Angus no había llegado tarde a la reunión con los Finns y Maggie Burnham por su trabajo o porque estuviera fuera del país… Angus había llegado tarde porque estaba siendo iniciado en la masonería y los ritos habían coincidido con la llegada del telegrama de la hermanita de Brian. Angus era masón y arquitecto, por lo que disponía de unos conocimientos que el resto de la escuadra Apod y sus amigos los Finns no sabían: podía descifrar los símbolos que los masones hacían en sus estructuras y, cómo era el caso, descubrir cierta información, cómo que la Orden Esotérica disponía de dos entradas, además de la principal. Una entrada secreta y subterránea que desembocaba en los túneles de los contrabandistas y otra entrada trasera, a la que se podía llegar por un callejón que surgía tras la Iglesia de la Fe Baptista de Innsmouth que había al final de la calle.

The Kid, El Muro, Bullseye y Rowan apuntaron al camión.

―Esperad ―ordenó Ditullio.

Drake apretó el seguro de la granada y adoptó la posición de un pitcher en la base del lanzador.

―Esperad ―repitió Ditullio.

El camión bajaba con un rugido amenazador que retumbaba por encima de los tañidos desesperados de San Sapo. Las luces de las casas se encendían. Los gritos de los habitantes del pueblo maldito resonaban por doquier.

―Esperad ―aulló Ditullio con el dedo tenso sobre el gatillo.

Liam comenzó a dar la vuelta a la rotonda. Angus creía haber descubierto todo lo que podía sacar de los símbolos que se escondían en la mampostería de la fachada.

El camión llegó hasta la Orden Esotérica, sin frenar su velocidad.

―¡Ahora!

Rowan impactó al motor, Rondale destrozó la rueda delantera derecha, Ditullio disparó sobre el parabrisas y Bullseye le pegó un tiro entre los ojos al conductor del camión… un híbrido grande y fornido, que apestaba a pescado podrido y respondía al nombre de Harry Jakes.

Y Drake arrojó la granada sobre el techo de la cabina del camión.

El vehículo giró con violencia y se estampó contra las columnas de la Orden Esotérica de Dagón. Angus se encogió contra la puerta, al tiempo que los ocupantes del vehículo intentaban salir del mismo a duras penas, uno de los cuales, el copiloto, era un individuo envuelto en un chubasquero sucio que ocultaba su desfigurado aspecto… el pescador Sandy Lanier.

La granada explotó, arrojando calor, metralla, fuego y a Sandy Lanier sobre Angus Lancaster. Angus había perdido la escopeta, todo era fuego y no oía nada, solo escuchaba un largo pitido que lo llenaba todo.

Y la sombra del horrendo Sandy Lanier se irguió ante él rezumando sangre negra y una rabia venenosa.

Liam aparcó el Ford T ante el capitán Corso que miraba sobrecogido la explosión.

―¿Qué hacemos, capitán? ―preguntó Liam.

―¡Señor! ¡Ordenes, señor! ―gritó Leprechaum mientras cambiaba el cargador a su metralleta.

Corso le miró sin verlos, abrió la boca intentando decir algo, pero no lo consiguió. Y en ese momento subieron desde la rivera el sargento Kowalsky y la escuadra Sky.

―¿Es esto lo que entiende usted por discreción, señor? ―le preguntó con sorna.

Mientras, Kowalsky ordenaba a la escuadra Apod replegarse y a la Sky tomar posiciones por New Church Green. No todos los que iban en el camión habían muerto y varios vecinos rabiosos de Innsmouth aparecían desde diferentes calles, enarbolando fusiles y mosquetes, hachas y cuchillos, palos y piedras, disparando a matar, sin mucho acierto. Amenazando y gruñendo.

El Muro Rondale vio algo entre las llamas del camión defenestrado. La inquietante figura de Lanier lanzando zarpazos a Angus que se defendía cómo podía de las embestidas. El Muro desobedeció las órdenes y corrió hacia el ACE.

Los Sky habían formado un círculo alrededor de New Church Green con lo que estaban consiguiendo retener a los pueblerinos que se cernían sobre ellos. Dos granadas más volaron hacia el camión. Varios miembros de la Apod apoyaron con sus disparos abatiendo a enemigos, mientras se reunían alrededor del capitán Corso.

―¿Qué hacemos, capitán?

―¡Señor! ¡Ordenes, señor!

―¿Apoyamos a la escuadra, Sky, señor?

―¡Rondale y el ACE no están, señor!

―Bullseye quiere dispararle a alguien.

―¿Tú de dónde has sacado un coche?

El capitán Corso estaba sobrepasado.

Sandy Lanier no tenía manos, tenía unas zarpas casi tan mortales cómo las de un profundo y desgarraron la espalda de Angus mientras se retorcía por el suelo.

― ¡Eh, tío feo! ―aulló una voz tras ellos.

Rondale estaba tras ellos con la escopeta de Angus en la mano y antes de que Lanier pudiera reaccionar le descargó una perdigonada contra el pecho.

―Creo que esto es tuyo ―dijo el Muro, al tiempo que agarraba a Angus de la axila y lo empujaba hacia el punto de reunión.

Los disparos entre soldados e innsmouthitas se sucedieron. Drake recibió un disparo en un brazo. Las granadas explotaron bajo el camión y la onda expansiva envió a Angus y al Muro contra el suelo, pero Rondale tironeó de Angus intentando sacarlo de la zona caliente. Las puertas de la Orden se abrieron y una docena de profundos armados con una largas lanzas de color verde irísense precedieron a seis sacerdotes vestidos con túnicas aguamarinas, máscaras de oro pálido y que enarbolaban palos y cuchillos.

Desde el este de Dock st. llegaba una turba de aldeanos armados con antorchas, palos, horcas, cuchillos… Kowalsky ordenó abrir fuego a discreción y agarró al capitán.

―¡Maldita sea, Corso! ¡Si no se espabila abriré la puerta de ese antro con su cabeza!

―De poco va a servir ―gimoteó Angus― Han abierto esa puerta para sacar más tropas y la han vuelto a cerrar. Necesitaría dinamita para abrirle un agujero.

―¡Han dado a Dragonovsky, señor!

―¡Granadas sobre la orden, ya! ―ordenó Sarge Kowalsky.

―¿Y cómo entramos en esa puta fortaleza? ―se quejó Drake.

―Hay una entrada trasera ―informó Angus― al otro lado de esa iglesia.

―¡Es verdad! ―estalló Corso emocionado―. Figuraba en los informes de la misión.

Kowalsky miró con lástima a la escuadra Apod. Su vista se clavó en Liam que aún continuaba al volante del coche que había robado.

―Monten en el vehículo civil y asalten  la orden desde la puerta trasera, mientras la escuadra Sky mantiene aquí una posición segura―ordenó Kowalsky, y mientras los soldados entraban en el coche, Sarge agarró al cabo The Kid Ditullio y le susurró al oído―. Si Corso no reacciona, tome usted el mando.

The Kid asintió enérgicamente y montó en el coche junto al resto de la Apod. El Ford T traqueteó por Dock st, esquivando disparos y algún innsmouthita agresivo que les tiraba piedras e insultos, hasta que se coló por un callejón que rodeaba San Sapo.

La Redada (6) Es la Hora

Patry O’Connel (Buscavidas)                      –             Hernán

Thomas Connery (Infante de Marina)          –              Bea

Annie O’Carolan (Cazadora de Libros)        –              Sarita

Liam McMurdo (Conductor)                         –              Soler

Colin O’Bannon (Jugador)                           –              Toño

Greg Pendergast (Fotorreportero)              –              Jacin

Jacob O’Neil (Sargento de Policía)              –              Raúl

Patry O’Connel (Buscavidas)                      –             Hernán

Cuando el infante de marina con aire de paleto sureño entró en la sala y llamó a Annie, Thomas, Jacob, Colin y Greg un denso silencio invadió la sala donde habían estado esperando.

Era el momento. Habían estado un rato hablando, riendo, recordando los viejos tiempos, alejándose un poco de lo que les estaba esperando. Pero era el momento, la hora había llegado.

Esos cinco Finn partirían hasta el guardacostas Urania, donde navegarían hasta las cercanías del Arrecife del Diablo. Allí, una barca llevaría a Annie O’Carolan hasta el submarino S19. Colin O’Bannon y Greg Pendergast se unirían a las escuadras de marines que se internarían en los túneles de los contrabandistas. Thomas Connery y Jacob O’Neil vigilarían desde el Urania.

Las despedidas fueron cortas, contenidas. Los nervios y la tensión les superaban. Pensar en Innsmouth, en volver al pueblo maldito, a sus calles estrechas, sus casas decrépitas y enfrentarse a los fanáticos habitantes de los que habían huido, provocaba en ellos diferentes sensaciones.

Querían huir, querían encerrarse en las celdas del sótano de las que había hablado J.Edgar Hoover, esconderse bajo una manta y esperar a que todo pasara, a que las fuerzas militares incendiaran Innsmouth y todas sus pesadillas no fueran más que humo en el viento.

Y también querían sangre. Querían disparar un arma hasta que las balas se acabasen, querían ver grandes ojos saltones abiertos, mirando al cielo, muertos, sin vida. Querían lanzar la cerilla sobre la gasolina que prendiera las casas de Innsmouth y la maldita Orden Esotérica de Dagon.

Un militar pelirrojo entró tras llamar a la puerta. Buscaba a Liam McMurdo y Angus Lancaster, que le acompañaron hasta una pareja de camiones militares donde estaba el grupo de asalto a la Orden Esotérica de Dagon.

Sólo quedó Patry O’Connell.

― ¿Nerviossa? ―murmuró una voz sibilante desde una esquina de la sala. Era el Dr. Ravana Najar, el pequeño hindú con grandes anteojos que había pasado desapercibido.

― ¿Usted no? ―preguntó Patry  luciendo su mejor sonrisa.

― Ssoy… una perssona… tranquila.

―Yo soy puro nervio.

―Sse aprecia con un ssólo ¿visstazo? ¿Ssí?

―Nosotros estuvimos en ese pueblo… intentado salvar a un amigo que… bueno es largo de contar. Y ese poli, Mackey , nos vió y nos investigó. Así hemos llegado hasta este, tinglado… ¿cómo ha acabado usted aquí?

―¿Yo? Eeeh Yo… ―Un inquietante brillo de diversión se dibujó en los ojillos del Doctor Najar―. Tengo… miss contactoss… ¿Ssí?

Patry sintió un intenso escalofrío arañándole la espalda y mordiendo su nuca cuando la puerta se abrió, y Lucas Mackey asomó la cabeza.

―Es la hora.

El Inquietante Doctor Ravana Najar
El Inquietante Doctor Ravana Najar